lo tengo helado y va a ritmo lento
en un ataúd de cristal dentro del pecho,
impoluto, intacto, inalcanzable.
Llevo décadas escondido dentro de mi propia vida,
parando corazones bajo comando
para no poder sentir que el mío solo trabaja bajo servicios mínimos
desde que el de ella, hace décadas, dejó de latir.
Pero Matilda llegó con un trapo. Y sin pedir permiso
limpió el polvo de la vidriera,
y descubrió que mi corazón no es frío ni puntiagudo,
esa no es la verdadera forma de mi corazón.
Miró mi pecho y vio que eso era sólo el ataúd
y que mi corazón antes azul
falto de aire,
estaba dentro,
tornando carmín
latiendo cada vez más rápido,
lleno de luz.
Cómo no la iba a querer,
si en una vida de guerra
ella me había traído paz,
a Marilyn, a Chaplin y a Madonna.
Cómo no me iba a querer,
si en una vida de golpes,
en mi había encontrado el abrazo,
el maestro, el guardián, el amor.
Y aunque lo que mal empieza mal acaba,
Yo le di la oportunidad de un comienzo justo
Y ella le dio sentido a mi final.
Y nada podría haberme hecho más feliz,
que mi última palabra, agonizante, fuera su nombre.
y su primer acto, por fin liberada, fuera en mi honor.